Después de la muerte de Don Quijote, Sancho Panza, desolado y nostálgico, quien a pesar de ser consciente de la “locura” del caballero, siente la ausencia de las aventuras que colmaban su vida.
Parte en viaje hacia tierras lejanas y desconocidas en su burro, –sabe que el camino será largo debido a la lentitud del animal -llega al Desierto Pampeano- no sabe cómo, parece imposible hacerlo en su viejo asno-.
El espacio reconocido es inhóspito, determinado por la presencia de “la nada” en cuanto a la existencia de vegetación u otras condiciones de vida. Continúa su paso apesadumbrado. De pronto se detiene al observar la figura de alguien, un hombre viejo, mal vestido, con un atuendo inusual para un caballero y su escudero. Se siente sorprendido ante su aspecto.
Se encuentran frente a frente, Sancho y este gaucho, conocido como el viejo Vizcacha, -nombre que al escudero le resulta extraño- pero... al examinarlo descubre similitudes con la especie animal. Lo rechaza en un principio, ya que su “otredad” lo hace tan... diferente: ¿qué podrían tener en común, un viejo hombre de hábitos nocturnos con un escudero que no puede ejercer su oficio porque el último de los caballeros ha muerto?
Sancho se da cuenta de que no puede responder esa pregunta. Un personaje que acepta como destino la soledad, ahora tiene la oportunidad de compartir con alguien (salvando las distancias). En esa coincidencia, Vizcacha participa a Sancho de la fortuna de que la providencia los hubiera unido. Instantáneamente, el noble escudero piensa que si había servido a Don Quijote, quien se mostraba tan divergente con respecto a él, ¿por qué no podría unirse a Vizcacha y recorrer
Ambos comienzan un camino de aventuras, despojados de la imaginación.
Autor: Arena
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