martes, 29 de septiembre de 2009

"Etchenike,Sherezade y el Sultán", de Reina peluca


Allí estaba el investigador privado Julio Argentino Etchenike sentado en su típica mesa del típico cafetín de Buenos Aires. El vaso durax de ginebra en la mesa de madera gastada, en un ambiente con olor a soledad y alcohol de más de 40 grados. Esperaba, siempre esperaba. Pero esta vez era diferente. Estaba esperando a un soplón, que había conocido en sus tiempos de policía. El buche le dijo que tenía información para darle que lo iba a sacar de la mala. El caso del año, según sus palabras.

Eran la una y 25, cuando la paciencia del investigador estaba agotándose como los 3 vasos de ginebra sobre la mesa, cuando apareció muy de piloto, el buche.

-Tenías que venir así vestido. Hace 38 grados, no quiero levantar sospechas, la gente es mala y comenta- le dijo Etchenike.

-Era lo que tenía, jefe. Me pareció lo más apropiado para la ocasión. Hace mucho que no hago estos laburitos. Ahora tengo un cibercafé, acotó el soplón.

- Bueno, dale largá la data- dijo el investigador.

Así fue como empezó su relato. Una vecina suya que tenía una tienda de éstas que venden pareos, ropa para odaliscas y cosas por el estilo, hacía unos días se le había acercado al buche en búsqueda de ayuda profesional. Parece que el marido, un fortachón de aquellos, que se hacía llamar el sultán y que era puerta de un boliche en once, la había amenazado de muerte.

Etchenike le hizo muchas preguntas. El sultán era nuevo en el barrio y estaba casado hacía muy poco con la vendedora de pareos. El nombre de la Señora no se le había entendió muy bien, te lo digo por fonética, había acotado el buche.

Etchenike anotó en su libretita Cherezade, extranjera, probablemente indocumentada, chequear posible tráfico de drogas, tiempo de estadía en el país, etc.

La verdad, con la experiencia que tenía, no le parecía un caso demasiado resonante, pero como no tenía otro, decidió hacer algunas averiguaciones por cuenta propia.

- Por hoy terminamos, buche. Venite en dos días. La misma hora, la misma mesa. No traigas ese piloto, haceme el favor- le dijo el detective.

Salió del bar y enfiló hacia su oficina, un poco cansado o quizás por los efectos, cada vez más notorios de años de ginebra en su cuerpo. Subió por el ascensor y se fue directamente a la puerta con vidrio esmerilado que decía ETCHENIKE INVESTIGADOR PRIVADO. Encendió la luz mortecina de la oficina, que también oficiaba de albergue, hacía años ya.

Se sirvió otra copita y se acomodó en su sillón de toda la vida, lo único que le recordaba su pasado de toda esa habitación. Lo único que le recordaba a Marta.

Cuando abrió los ojos ya era de día y a juzgar por la altura del sol, cerca del mediodía. Se hizo un café, se afeitó y salió con su libreta hacia el barrio árabe. Cuando se bajó del bondi, no estaba muy seguro de hallarse en el lugar correcto. Su sentido del olfato, lo guió una vez más por los caminos que olían a alcachofa, berenjena y falafel. Si algo no había perdido Etchenike en estos años de soledad era el gusto por la comida. Se consideraba a si mismo como un sibarita.

Se perdió un poco por los pintorescos pasillos, llenos de telas de colores y música a todo volumen. Parecía gente alegre.

Cuando se despertó estaba en la parte trasera de una tienda llena de pareos y caderines con monedas doradas. Le dolía la cabeza, no estaba muy seguro si estaba secuestrado o resguardado del sultán. No terminó de incorporarse, cuando apareció una morena, no muy alta con unos faroles verdes que encandilaban. Gentilmente le pidió disculpas y le ofreció un brebaje que olía a té de menta con limón. Era Cherezade no cabía duda.

Así empezó su parte de la historia vigilando siempre la puerta de atrás, por si aparecía el fortachón. Ellos habían huído de los Emiratos Árabes hacía 3 años; nunca le había preguntado a su amante el porqué de la partida tan veloz, no hubo tiempo ni para las despedidas. El siempre había sido cariñoso con ella y le decía que en Buenos Aires estaba su destino.

Cuando se es joven, linda y encima se está enamorada, no se hacen muchas preguntas. Pero no pasó demasiado tiempo y las sospechas sobre el sultán aumentaban. Cherezade no era ninguna tonta y rápidamente empezó a familiarizarse con la nueva tecnología existente o sea internet. Ahí fue donde conoció al buche, que ahora tiene un cyber.

Etchenike quedó sorprendido cuando sacó una carpeta muy prolija llena de información recolectada.

No era la amenaza del sultán lo que lo traía a Cherezade, era un historial de delincuencia digno de cualquier mafioso. Claro que asustaba: el fortachón había eliminado a sus 5 mujeres anteriores. Era un enfermo de los celos y la infidelidad.

Cherezade temblaba y Etchenike, en contra de todos los principios de investigador privado, la abrazó. También le explicó que habría que deportarlo, porque los crímenes se habían cometido en otro hemisferio.

Etchenike tenía contactos en la federal y con migraciones, así se lo explicó a Cherezade. Esto es cuestión de horas- le dijo Etchenike. También le recomendó que no se quedara esa noche ahí por seguridad.

¿Como terminó todo? Etchenike se llevó a Cherezade a su oficina, solo por una noche, le habría dicho. A la mañana siguiente eran tapas de todos los diarios. Con el dinero que cobró de la recompensa, por entregar a un criminal de la talla de él sultán, Etchenike se compró una heladera nueva, un traje nuevo y hasta puso internet en la oficina.

Cherezade sigue en lo de Etchenike, y con su apoyo se convirtió en lo que siempre soñó: escritora de cuentos infantiles.

Si andás por la Avenida Corrientes de noche o de día, entrá en alguna de las librerías y hojeate un libro de Cherezade: te vas a sorprender.

Autora: Reina peluca

1 comentario:

Anónimo dijo...

qué buena la trama policial mezclando lo exótico con lo sórdido.
felicitaciones por este y los demas cuentos
Andrea