sábado, 25 de septiembre de 2010

Resultados del concurso por los 5 años


Finalmente, éstos son los ganadores de nuestro concurso. Gracias a todos los que enviaron sus textos y esperaron pacientemente los resultados.

Compartimos con ustedes los cuentos ganadores, ¡qué los disfruten!

1º PREMIO: "Encrucijada de estrellas", Ana Gil



Tomate el último amargo, viejita. Mirá la parra, está toda húmeda. Voy a buscarte un saco que se puso fresco. No protestes, sabés que el rocío te hace mal. Después andás con ese catarro que no te deja dormir en toda la noche ¡Qué mujer cabeza dura! Ya sé, ya sé que te querés quedar acá. No hace falta que lo digas otra vez. Ya aprendí que el patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa. Esta noche no voy a pelearte, podemos armar una picadita¿te parece? Un salamincito picado fino, unos cuadraditos de queso y un cinzano con soda. Un gusto, vieja, nada más. Mañana vuelvo a la sopa sin sal. Aprovechemos tu patio que hoy ni necesitamos encender la luz con esa luna redonda. Vos quedate tranquila, mientras preparo todo. Ahí en la mecedora esta la Viva. Fijate en las primeras páginas, hay un artículo sobre argentinos que se fueron a vivir afuera.

2º PREMIO: "Punto final", Flor Ciancio



-Entré y la vi ahí tirada, en el piso del patio. Parecía muerta. La ropa estaba a medio tender. En el tacho quedaba un bollo de ropa húmeda. En la soga la ropa tendida todavía chorreaba agua. Fue raro. Siempre me la imaginé muerta. Yo quería que muriera, por supuesto. Pero nunca pensé que fuera a ocurrir tan rápido. Me acerqué y vi que tenía sangre en la cabeza. Le salía de un tajo bastante grande y amoratado que tenía cerca de la frente. Se empezó a formar un pequeño charco rojo que corría en dirección al aljibe. Ese aljibe de mierda que la vieja nunca había querido tapar. ¿Para qué lo quería? ¿Me querés decir para qué lo quería? “Grato es vivir en la amistad oscura de un zaguán, de una parra y de un aljibe” decía la tipa, y citaba a Borges, llenándose la boca.

3º PREMIO: "El aljibe", Adriana Cecilia Pereyra



Mientras caía en el aljibe pensaba en Jorge, pobre, como se las iba a arreglar sin mí. Él que no sabía comprarse ni un par de zapatos solo. Porque yo no iba a poder acompañarlo más. Estaba cayendo en un pozo oscuro y de frío violáceo y la luna que iluminaba el patio ya no se reflejaba en las paredes húmedas del aljibe. ¡Jorge, cómo vas a extrañarme!, ni siquiera sabés hacerte un té. Yo me ocupaba de todo para que te dedicaras a lo que más te gustaba: criar pájaros. Ganaste muchos premios, era lo único que hacías bien. Yo mucho no los quería. A tus pájaros digo. Alborotaban con sus trinos las mañanas y las tardes en cuanto entrabas en el galpón donde estaban las jaulas. Eran quinientas trémulas bolas de plumas coloridas que te saludaban al mismo tiempo. Ni las trompetas de Josué en Jericó atronaban de esa manera. Quinientos picos abiertos como cavernas, listas para expresar la alegría que sentían por tu presencia, y el odio que yo les inspiraba. Vos les hablabas, tenían nombre, los alimentabas con su comida preferida, a Coco, el mirlo, lechuga, a Pipi, manzana, al otro zanahoria para mejorar el naranja del plumaje. Por suerte el galpón estaba lejos de la casa.