sábado, 25 de septiembre de 2010

1º PREMIO: "Encrucijada de estrellas", Ana Gil



Tomate el último amargo, viejita. Mirá la parra, está toda húmeda. Voy a buscarte un saco que se puso fresco. No protestes, sabés que el rocío te hace mal. Después andás con ese catarro que no te deja dormir en toda la noche ¡Qué mujer cabeza dura! Ya sé, ya sé que te querés quedar acá. No hace falta que lo digas otra vez. Ya aprendí que el patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa. Esta noche no voy a pelearte, podemos armar una picadita¿te parece? Un salamincito picado fino, unos cuadraditos de queso y un cinzano con soda. Un gusto, vieja, nada más. Mañana vuelvo a la sopa sin sal. Aprovechemos tu patio que hoy ni necesitamos encender la luz con esa luna redonda. Vos quedate tranquila, mientras preparo todo. Ahí en la mecedora esta la Viva. Fijate en las primeras páginas, hay un artículo sobre argentinos que se fueron a vivir afuera.
Igual que nuestra Susana. ¿Pusiste candado al portón? ¿Otra vez te olvidaste?. Dejá, dejá que voy yo. Los Fernández todavía están en el hospital de la paliza que le dieron los tipos que entraron a la casa. ¿Cuánta plata podrían tener entre las dos jubilaciones? Tenés que meterte en la cabeza que lo primero que tenés que hacer cuando te venís al patio es cerrar el portón. La esposa está bastante jodida, me dijeron. Seguro que termina allá arriba, en tu encrucijada de estrellas. No empecés con el verso ese del laberinto estelar y que si sabés elegir te ganás el cielo. Los gusanos no vuelan; les gusta la carne caliente. Antes de que alcances la eternidad ya te hicieron puré de huesos. ¿Querés la manta en vez del saco? Ahora la traigo, ya tengo la picada lista. Yo no sé vieja por qué se tuvo que ir Susana y llevarse a mi Clarita. Estábamos tan bien los cuatro acá. Nuestra vida no era como esas historias de la revista, todos muertos de hambre, sin trabajo y sin familia. En esta casa nunca les hice faltar nada. No, no pongas esa cara. Decime cuándo les faltó algo a las nenas. Vos tenés bastante que ver con ese viaje. Estuviste llenándole la cabeza a Susi, por eso se fue con mi bebita. Le metiste todas esas ideas raras. No me digas que no. Hoy encontré la carta que te dejó en tu mesita de luz. Sí, estuve revisando, y qué. ¿Está mal? ¿Escuchaste esos ruidos atrás? Voy a ver, quedate acá...Era el hijo de los vecinos. No sé cuándo van a arreglar la puerta de ese garage. Hace un chirrido que parece que se estuvieran metiendo acá adentro con el auto. ¿Por qué me mirás así? Quería saber, como corresponde. Leí toda la carta. ¿Pensabas ir a la policía? No cambias más, siempre la misma bicha. Estabas esperando que me fuera al campo mañana. ¿A qué ibas a ir? Decime. A contar mentiras. ¿A qué otra cosa? Siempre fuiste una celosa enfermiza. En vez de estar agradecida. ¿Cuándo? ¿Cuándo te faltó algo a vos o a tu hija? Estas manos se ocuparon de traer a mi Clarita al mundo para que ningún médico chanta tocara a mi hija. Ellas no necesitaban más protección que la mía pero vos le llenaste la cabeza de porquerías a la Susi y se fue. Me las arrebataste. Le metiste ideas raras y ahora ni sé dónde buscar a mis nenas. Y vos ahí, inmutable. Me parece muy bien, que te quedes ahí. Sola. Como me dejaste a mí. ¿Sabés qué? No te voy a poner una mierda la manta. La vas a manchar con toda esa mierda de sangre que te chorrea por todos lados y escurre por este piso desnivelado de tu patio de mierda.


2 comentarios:

Cristina dijo...

Wow! Me encantó.

Flor Ciancio dijo...

Me parece que algún trauma familiar de fondo une nuestros cuentos, jeje. Muy bueno! Me encantó!