martes, 29 de septiembre de 2009

"El inmortal", Juan de los Palotes

“…También el jugador es prisionero

(la sentencia es de Omar) de otro tablero

de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza

de polvo y tiempo y sueño y agonías?...” J.L.B


Diario Crónicas-Litoral sur

Fray Bentos, República Oriental del Uruguay,

Octubre 28 de 1987

"Je garde ton parfum dans ma mémoire, par si mes yeux, dans un demain des aveugles, ils ne te reconnaîtraient pas”

El argumento había dejado un poro abierto, una grieta por donde sus jugadores se fugarían. De aquellas paginas amarillentas y ajadas, aparentemente inerte surgiría envuelto en una polvorienta nube de talco literario el hecho mas ascético que jamás mi pluma haya puesto en palabras de dos personajes.

En un estante fuera de catalogo había encontrado; buscando un ejemplar de “Das Perfum” de Patrick Süskind, un centenar de páginas arrancadas de cuajo. Ella conocía perfectamente su caligrafía y podía asegurar que eran del maestro.

Curiosamente eran manuscritos originales e inéditos de una corrección preliminar de “Irineo Funes” (el memorioso) y estaban insertas entre los capítulos XXV y XXVI, precisamente entre las paginas 197 y 198 de la primera edición del " evanescente reino de los olores" de Jean-Baptiste Grenouille (cuando este se aísla en los Montes de Cantal buscándose a si mismo.)

Noté que alguien en la mesa contigua se esforzaba por escuchar el relato. Pagué y nos fuimos. Quedamos en encontrarnos al día siguiente. María C. no acudió a la cita. Inesperadamente le perdí el rastro, desapareció como la niebla.

Dos semanas más tarde me entere que había sido internada por un pico de stress en un neurosiquiátrico de la zona sur del cono urbano bonaerense. Fui a visitarla.

Su madre me salió al encuentro para pedirme que no publicara la noticia, no quería que trascienda el estado de perturbación mental, temporal o quizás, permanente de María C. le pedí que me dispensara cinco minutos a solas con ella.

-Lo vi! ( afirmó con los ojos lánguidos por la medicación), lo vi mientras tomaba nota de los apuntes del maestro. Apareció detrás mío como un fantasma. Era un hombre pequeño de nariz prominente y ojos sombríos, me dijo. Afirmo llamarse Jean- Baptiste y no Irineo como el maestro había dado en llamarlo. Un enfermero entró y me ordenó salir de la habitación. Su rostro me pareció familiar.

Al día siguiente encontré bajo la puerta de mi departamento un sobre con una centena de páginas en manuscrito y una esquela de la mamá de María C. que me pedía discreción. María C. había entrado en estado de coma farmacológico. Los apuntes aludían a recuerdos y datos oníricos acontecidos en imprecisos cuandos y dondes, y un poema escrito en francés que (perdonen mi François) malamente intentare traducir más adelante.

Cela doit être insupportable de tristesse /de savoir qui/se souvenir du premier amour/et le premier baiser/
et l'étonnement de la première lune/Il errer/errant la nuit des temps/la recherche en vain/
que l'amour qui n'est pas reconnu/.
Vivencias referidas a su persona encarnando el espectro de un hombre atormentado por los recuerdos; recuerdos de vivencias olfativas del pasado, vidas anteriores a esta vida castigadas por revelar datos del angosto sendero que conduce a la gran puerta ( que por algún motivo matemático o metafísico debe permanecer cerrada a la conciencia del hombre común) No cabía duda de que el Funes de Borges era el Jean-Baptiste de Süskind.

Ambos personajes de sufridas historias para un mismo ser guardado en las grises páginas de una novela de la Francia del 1700 y un mismo hecho recontado 300 años después. Dos historias para una misma alma condenada a sufrir sus recuerdos por atreverse a transgredir umbrales.


Sepan juzgar ustedes la mala traducción que a continuación agrego a este artículo con animo de ilustrar la esencia de un brutal y eterno martirio:

Tal ha de ser insoportable la tristeza/
de quien sabiendo/
recuerda el amor primero/
y el primer beso/
y el asombro de la primera luna./
Ha de vagar errante la noche de los tiempos/
buscando en vano aquel amor/ que no le reconoce…

Así sentencia el poema.

Finalmente digo; hete aquí el personaje escribiendo, creando al autor, dictándole desde su conciencia universal y trascendente la verdad de todo argumento que es uno y solo uno, el resto, solo una historia recontada.

Arranco estas páginas de Funes, El Memorioso, para que otro Omar, otro Süskind o tal vez un Borges más allá de un Borges la reescriba sin sufrirla.

“Guardo tu perfume en mi memoria, por si mis ojos, en un mañana ciegos, no te reconocieran”

Autor: Juan de los Palotes

1 comentario:

Anónimo dijo...

Borges nos deja marcados, no?