"Recuerdos de luna de miel", de Human to human
I
Salió del baño, lavó sus manos, su dedo; acomodó el nudo de la corbata, morigeró una onda rebelde caída en la frente, se acercó al espejo y miró sus dientes. Fuera del sanitario, esperó, atareado en mil pequeñas aventuras burocráticas, a que la hora de retirarse del establecimiento educativo marcara el fin del día.
Sin perder tiempo, se dirigió a su casa; como con la precisión rotunda de su dedo, manipuló eficazmente la llave y la introdujo sin vacilar en la cerradura. Abrir, cerrar la puerta, quitarse el saco, aflojar el nudo, agitarse, entrar sin golpear al cuarto, llegar hasta la silla de ruedas. Los ojos ya nebulosos lo adivinaron y, para no perder tiempo y evitar dolor, abrieron con desmesura la boca: el señor Biassuto sacó la dentadura, la apretó con baba y rabia entre sus dientes: já, ¿te guzta, abuelita, cómo me queda?
III
El aire cargado como el café negro que se sirve casi con ánimo de ofender, frío, porque Úrsula se quema al probarlo con sus agujetas escuálidas, llega hasta oscurecer los sentidos del compuesto señor Biasutto. No quiere toser –toser, estornudar, bostezar y -mucho más eructar, rascarse, acomodarse las partes nobles, son expresiones que rozan la inmoralidad-, pero ese ambiente tan poco convencional, piensa, lo empuja y lo retuerce por dentro. Lástima haber tenido que volver a pisar el suelo de aquel tiempo sanamente olvidado. La novia, sin embargo, es atractiva, se dice una vez, la novia no está mal, se dice otra, y esas palabras lo lastiman, de dónde le habrá surgido a él esa expresión tan fuera de lugar, “no está mal”. No quiere toser, Biasutto, frente a la respetabilísima señorita Buendía, ejemplo prístino de pulcritud y honestidad, que enciende el corazón y lo refrena, recuerda. No quiere, pero pica. No quiere, pero duele, no quiere, pero llega y por disimulo se pone de pie y en su escayolado paso hacia el ataúd, vista al frente, el airecillo suave se escapa y forma el hilo de un tabaco a su paso, que besa las narices de las damas y las trompas de los caballeros. No importa. No tosió. Y frente a los pies de Amaranta, la cola de un pez partida, recuerda qué está haciendo en ese mundo perdido: hundir el dedo de su memoria en el telar virginal de la tía, que lo ha ignorado todo de él, porque no era otra cosa que un instrumento de su fe, de la que fue contagiado para siempre.
La abela, la abela duerme la siesta,
La tiíta, tiíta abre la hamaca
te llama, te arrulla, te dice…
tanito, me gusta decirte gringuito,
crespito, si quieres, ven crespito mío,
que te arrullo, que te predigo, que te retengo, que te comienzo.
Úrsula envuelve en pañuelo de hombre aquellos que iluminaron un rostro antiguo, a tientas dibuja una sonrisa extasiada en la novia y entre cartita y tesorito, cerca de las manos, coloca el ramillete de dientes, en el barco chato de Amaranta, la faraona.
1 comentario:
la conexión entre las historias de Kohan y García Márquez: otra historia para el dedo... buenísimo
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