Mientras caía en el aljibe pensaba en Jorge, pobre, como se las iba a arreglar sin mí. Él que no sabía comprarse ni un par de zapatos solo. Porque yo no iba a poder acompañarlo más. Estaba cayendo en un pozo oscuro y de frío violáceo y la luna que iluminaba el patio ya no se reflejaba en las paredes húmedas del aljibe. ¡Jorge, cómo vas a extrañarme!, ni siquiera sabés hacerte un té. Yo me ocupaba de todo para que te dedicaras a lo que más te gustaba: criar pájaros. Ganaste muchos premios, era lo único que hacías bien. Yo mucho no los quería. A tus pájaros digo. Alborotaban con sus trinos las mañanas y las tardes en cuanto entrabas en el galpón donde estaban las jaulas. Eran quinientas trémulas bolas de plumas coloridas que te saludaban al mismo tiempo. Ni las trompetas de Josué en Jericó atronaban de esa manera. Quinientos picos abiertos como cavernas, listas para expresar la alegría que sentían por tu presencia, y el odio que yo les inspiraba. Vos les hablabas, tenían nombre, los alimentabas con su comida preferida, a Coco, el mirlo, lechuga, a Pipi, manzana, al otro zanahoria para mejorar el naranja del plumaje. Por suerte el galpón estaba lejos de la casa. Había que atravesar un patio con aljibe y una parra que disimulaba ese horrendo galpón, al que yo si podía, ni pisaba .Los pájaros me odiaban y yo a ellos. Las pocas veces que entré a llamarte se alborotaron y gritaron de tal manera que huí espantada, parecía que un huracán de sonidos me atacaba. Cuando llegabas del Banco, siempre traías algo para tus pájaros, alpiste, fruta, semillas, era la única cosa que te atrevías a entrar a comprar sólo. Yo no me quejaba porque vos estuvieras siempre ocupado con tus cosas. Estabas en casa, pero no se notaba su presencia y tampoco tu ausencia como para extrañarte. Yo no sé si te hubiera extrañado, digo, si te hubieras ido. Pero donde. No hubieras podido ir a ningún lado sólo. Yo te lo decía en la cena. Te relataba minuciosamente todo lo que no podías hacer, para que te dieras cuenta y pudieras cambiar. “Progresar”, te decía., “tenés que progresar”, en el Banco se entiende. “En vez de ascender a González te hubiera tocado a vos, tenías más antigüedad, pero claro, González hace asados invitando al Jefe de Personal y vos sólo alimentas canarios. Así no te va a llegar el ascenso. Y la ropa, González va mejor vestido, si no compraras tanto alpiste, podrías tener otro par de zapatos y tal vez otra camisa.
El relato de mis fracasos en la cena fue probablemente la causa de que empezara a cenar en el galpón con los pájaros. Ellos me acompañaban con trinos y sin quejas. Me aceptan como soy. Puedo parecer un poco débil de carácter, pero cuando me propongo algo, no hay quien me haga cambiar de idea. Y ahora ya sé lo que quiero hacer: liberarme. De todo, de ese Banco de mierda y de Alicia, que es la hija de puta más grande que conocí en mi vida. Si yo hubiera sido más despierto tendría que haberme dado cuenta que una mujer tan perfecta no podía ser real. Ya tengo todo planeado. El aljibe no se usa desde la época de la colonia, y nadie va a buscar a Alicia dentro de la casa, todos conocen su desprecio y lo más lógico es que se vaya sin despedidas. Desde hace mucho tiempo, atrás del galpón, guardo caca de pájaro, siempre le dije que era para venderla como abono, pero ya tiene destino. Irá a parar al fondo del aljibe junto con ella. Después con el pretexto de la tristeza, renuncio al Banco y listo. Total, abajo del piso del galpón, tengo plata guardada, que me durará así viva cien años. Si yo no gasto nada. Nada más que en mis pájaros.
Estos dos odiándose en silencio, alteran nuestra tranquilidad. Aunque ella no venga mucho, su humor traspasa el patio, infectando con su acidez el aire que respiramos. Coco tiene un plan, según dice, pero no se lo cuenta a nadie, porque sabe que los otros lo envidian, porque es al único que Jorge deja libre, revoloteando por el galpón. Para mi Coco es un genio, siempre tuvo buenas ideas. Jorge está un poco raro, revisa debajo del piso, donde guarda una lata, habla sólo, a veces se olvida de cambiarnos el agua, o como ahora que dejó el portón abierto. Esta noche la luna no domina su espacio, Coco nos despierta abriendo con el pico las jaulas y con astucia nos alborota silenciosos. Alicia estaba discutiendo con Jorge. No nos vio venir hasta que fue tarde, trastabilló y sin más se cayó en el pozo del aljibe. Pero Jorge, nuestro Jorge, el que nos amaba, nos cuidaba y nos alimentaba, intentó agarrarla y desapareció tragado por la boca oscura y húmeda del aljibe.
1 comentario:
Super original; qué bueno!
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