"Una china para un impotente", de Giacomo Capelletini
El desagradabilísimo Jefe de preceptores del Colegio Nacional Carlos Biasutto, transformado en patético jubilado, se hizo amigo en Facebook de Cacho Fracassi. Lo dejaron perplejo sus habilidades para seducir mujeres haciendo uso de la mayor vulgaridad. Analizando su muro y perfil, Biasutto intentó obtener los tips que le permitieran seducir a la joven y bella Otoko, empleada del supermercado chino que estaba a de la vuelta de su casa. La joven, de tanto vivir en Argentina, tenía una confusión con lo oriental que la hacía sentirse desdichada japonesa de novela de Kawabata; este orientalismo travestido generaba grandes ensoñaciones en el viejo Biasutto, que ante las repetidas negativas de Otoko de tomar un café con él, decidió contactarse con Fracassi y obtener una estrategia que le permitiera la seducción de la oriental a cambio de una remuneración económica.
Biasutto y Fracassi se reunieron en un bar frente a la facultad, ya que Cacho intuía que alguien que se avenía a un contrato de aquella naturaleza era un perdedor nato, y para conseguir planes de seducción efectivos iban a necesitar de mentes verdaderamente creativas, delirantes y amorales, como las de los jóvenes escritores que hubieron pasado por las aulas de Filo y seguían asistiendo a los claustros como profesores para levantarse alguna alumna.
Fracassi visitó a Magnus y logró que le escribiera la obrita a cambio de una aspiradora que el joven letrista andaba necesitando. No le gustó mucho eso de mezclar personajes creados por otros escritores con los que competía semanalmente por su aparición en Ñ, pero estaba cansado de barrer la alfombra con el escobillón con pésimos resultados para su alergia. La novelita escrita en una tarde fue publicada por Mansalva, bajo el título de Una china para un impotente, con una tapa pintarrajeada en la que aparecía un lascivo Biasutto engominado junto a una bella oriental con cara de espanto. Y si bien el viejo asqueroso logró su cometido, lo hizo con mucha menos dignidad que en una novela de Kohan. La chinita sólo necesitaba casarse con un argentino para no ser deportada, y ante la ausencia del amor, un viejo impotente era la mejor de las alternativas. Cuando Biasutto se indignó por el carácter obsceno, escatológico y subversivo de la obra, Magnus sólo atinó a defenderse argumentando que si la hubiera escrito Cucurto sería bastante peor. Entre tanto, Cacho utilizó el dinero que le pagó Biasutto para comprar una nueva silla de ruedas y a la novela como material erótico para llamar por teléfono a antiguas novias.
2 comentarios:
buenísimo...Manutxo
Giacomo:
No te hagas problema por los comentarios maliciosos de la Calabrese sobre tu tesis...
Como a mí que me encanta la literatura argentina de estos autores desacartonados me divertí mucho con tu cuento!
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